martes, 12 de abril de 2011

Más tiempo pasa, más cerca estoy la despedida

Escribir para nada, para admirarme a mí misma. Para dejar que pase el tiempo. Porque quiero dejar que pase el tiempo. Que las horas pasen rápido porque cuánto más veloces, más lejos de la vida y más cerca del cementerio. Sí, lo dije, soy trágica. Soy novelera. Me gusta sufrir. Disfruto del conflicto. Sufro de verdad, no es un acting. No interpreto a la chica a la que no le dan laburo si no rompe las pelotas, tampoco hago que soy la que no tiene un mango, ni la que siente que le falta, que se equivocó de rubro y que, cuando medita acerca de un trabajo que le quede bien, sólo se le ocurre limpiar casas. Ni siquiera ser manicura, porque tampoco podría. Tengo un pulso pésimo. Me gustaría ser manicura. Pensaría solamente en las cutículas de mis clientas o en la forma redondita o cuadrada de las uñas y me darían cinco o diez pesos de propina cada una. ¿Querés francesita? Que quieran siempre, que es la que se cobra más cara, pasa que ahora no está de moda. Ya volverá, como todo. Como mi pelo sin raya que pensé que nunca más iba a volver a usar. A los quince aprendí a manejarlo bastante bien sin ninguno de los artilugios de hoy y lo llevaba así, al viento, de un lado al otro. Muy noventas. Y como ahora los noventas son vintage, recuperé mi antiguo peinado. El tema es que se ensucia demasiado, hay que lavarlo todos los días y plancharlo, con lo que implica la pérdida de tiempo de la planchita. Pero volviendo a la ecuación de origen: más tiempo pasa, más cerca estoy la despedida.
Sufro y soy esa. A veces, casi nunca, actúo de la otra. De la que no soy: la exitosa, la que todo el mundo adora, la copada, la simpática, la que se banca a todos, la que nunca ve lo peor del resto, la divina total que no registra el entorno. Me cuesta interpretar a esa. No soy buena actriz. Me sale ser crítica, soy mejor siendo antipática y haciendo comentarios llenos de malicia sobre todo lo que veo y escucho. Pero a la vez, soy generosa. Puedo ser un desastre en millones de aspectos, pero sé que si me voy al cielo es porque practico la generosidad con gusto y alegría. Me salió re frase Opus Dei, pero es así. Pasa que nadie valora la generosidad, no te pagan por ser generosa, sí por ser una forra que se hace la simpática. Y también, aunque la biblia diga que no es mérito, quiero mucho a las personas que me quieren. Y las quiero con todo el corazón. Me entrego completamente. Que me acusen de amargada, que todavía guardo sensibilidad en el alma. Aunque no sé. ¿Una amargada? ¿Por qué no se puede ejercitar el espíritu crítico y la duda constante? ¿Por qué cae mal? La gente me dice “vos y tu discursito agotador”. ¿Y ellos? Con su onda de ir siempre hacia delante aunque haya un paredón evidente que te va a partir al medio. Pero todos siguen adelante, confían, desarrollan su emocionalidad, hacen introspección y se jactan de sus años de terapia. 

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